domingo, 28 de febrero de 2010

Medios, peronismo y kirchnerismo

“Para nosotros hubiera sido mucho más fácil seguir el camino ya trillado y entregarnos a esas fuerzas, que nos hubieran llenado de alabanzas. Entonces todos los diarios nos aplaudirían, pero los hombres de trabajo estarían en iguales o peores condiciones que antes. Les aseguro que si hoy me decidiera a entregar el país, mañana sería el hombre más popular de Buenos Aires. No les quepa la menor duda. Esa es la combinación para hacer la maniobra; me lo han dicho impúdicamente. Me dijo un señor, con palabras muy elegantes, pero que en el fondo decían lo mismo, que si yo entregaba el país sería en una semana el hombre más popular en ciertos países extranjeros. Y yo le contesté: a ese precio prefiero ser el más oscuro y desconocido de los argentinos. ¡Porque no quiero llegar a ser popular en ninguna parte por haber sido un hijo de puta en mi Patria! Esa es la famosa reacción en la que verán ustedes que están los señores que han entregado siempre al país.”

Fragmento del discurso pronunciado por Juan Domingo Perón el 7 de agosto de 1945. Extraído de El 45 de Félix Luna.


Leídas 65 años después, las palabras del General Perón pueden parecer ingenuas. Sin embargo, en el análisis que hace con respecto al accionar de los medios masivos de comunicación expresa con simpleza la esencia del vínculo que éstos han establecido con las fuerzas hegemónicas del capital. La base de esta relación se halla en la capacidad de formar opinión, de imponer la agenda o los temas sobre lo que se comentará y discutirá, de provocar actitudes y reacciones, de encumbrar una figura pública o, por el contrario, echarla abajo cuando ésta es contraria a los intereses hegemónicos. Un ejemplo actual de esta capacidad es la histeria descontrolada que diseminaron en relación con la gripe A h1n1: a partir de que comenzaron a transmitir la sensación de vulnerabilidad de los ciudadanos frente a esta “epidemia”, de los riesgos de muerte y de la alta probabilidad de contagio, las personas entraron en un estado de paranoia tal, que toser en un colectivo era poco menos que un crimen y no tener barbijo o alcohol en gel una irresponsabilidad. Más allá de haber sido efectivamente una epidemia mundial, no hubo un mayor número de contagios que con una gripe común, ni fueron peores las consecuencias, y las pocas que murieron ya sufrían afecciones pulmonares previas.

La constante alusión a la unanimidad de los ciudadanos con respecto a una idea (“la gente piensa que…” “el pueblo está cansado de…” “los ciudadanos quieren…”) con la que se insiste de diferentes maneras, deriva en ciertas oportunidades en el juicio equivocado de que ésta es genuinamente representativa. Es decir, que si las usinas de la información son escasas o incluso monopólicas, tal como sucede actualmente con el grupo Clarín*, escasas serán también las construcciones de ideas o visiones de la realidad que circularán.

Utilizando como referencia el discurso de Juan Domingo Perón, es posible identificar cuatro elementos que, al igual que en aquél momento, se encuentran interrelacionados en el presente: el gobierno (representado en su figura) los medios masivos de comunicación, las fuerzas económicas hegemónicas y los trabajadores. En la actualidad, ¿cuándo entra en contacto un ciudadano de Capital Federal con la realidad de un trabajador de Tierra del Fuego? Muy difícilmente se entere, entonces, del desarrollo de la industria tecnológica en esa provincia. Más difícil será aún, si los medios de comunicación defienden un modelo contrario.

Los grandes productores rurales se orientaron durante los últimos años a la siembra de soja en detrimento de la carne, por ser este cereal el más demandado por los países con elevada población. Comprensiblemente son renuentes a la fabricación de tecnología en Argentina, ya que en el concierto neoliberal al que adscriben ese rol corresponde a otros países. El inconveniente de la especialización en la exportación agrícola, es que ese modelo sólo es capaz de incorporar una cantidad limitada de personas (alrededor de 10-15 millones) al trabajo, cuando la población argentina se aproxima a los 40 millones.

El grupo Clarín, entrelazado con los capitales hegemónicos y respondiendo a ellos, opera en contra del desarrollo de un modelo productivo que, lejos de subvertir la relación industria- campo en el país, apunta a reconstruir la industria deshecha durante la experiencia neoliberal. Por este motivo se desencadenó la reacción del grupo Clarín ante, principalmente, tres leyes del Gobierno. En primer lugar, la resolución 125: no simplemente por el incremento en las retenciones, sino por la hostilidad hacia un modelo de redistribución de recursos hacia la industria. Además, la estatización de las jubilaciones y la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, sencillamente porque lo obliga a desprenderse de la mayoría de los medios- de los que posee distintos porcentajes- que constituyen un verdadero monopolio informativo.

Cuando Juan Domingo Perón menciona las alabanzas a las que renuncia por ir en contra de determinados intereses, resulta inevitable recordar aquellos halagos que recibieron quienes contribuyeron al empobrecimiento de la clase trabajadora en pos de los intereses de una minoría. Sin parangonar la actual administración de Cristina Fernández de Kirchner con la de Juan Perón, el discurso del General explica, en cierta medida, la enconada campaña de desprestigio que impulsan algunos medios de comunicación, y el grupo Clarín en particular, contra este Gobierno.

*Vale la pena enumerar los distintos medios que son propiedad del grupo para comprender la dimensión de la unidireccionalidad informativa: Clarín, Canal 13, Radio Mitre, Cablevisión, Multicanal, La Capital Cable, DirecTV Latin América, Prima, Vontel, Supercanal Holding, Teledigital digital y Teledigital analógico, Olé, La Razón, La voz del interior, Día a día, Los Andes, Tn, Quiero, Metro, Magazine, Volver, Canal Rural, Tyc Sports, Tyc Max, Fox Sports, Expoagro, 100x100 fútbol y ExpoArgentina educativa, Fibertel, Fullzero, Flash, Genios, Jardín, Enseñar, Elle, Elle Novias y Elle Deco, fm 100, Radio Mitre 810 de Córdoba, Unir, ImiProst, Arte gráfico editorial, Tinta fresca, Artes gráficas rioplatenses, Oportunidades, Gestión compartida y Compañía de medios digitales, DyN, Papel prensa, Artear, Torneos y competencias, Pol-ka, Ideas del sur, Telecolor canal 12, Telba Canal 7, Teledeportes, Canal 9 Litoral, Canal 10 Altovalle, Canal 10 Tucumán, Canal 10 Mar del Plata, Bariloche Tv, Patagonik, Automóviles Deportivos 2000, IESA, Mundoshow y TeleRed Imagen, Ubbi, Ciudad y VxV.


lunes, 15 de febrero de 2010




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domingo, 14 de febrero de 2010

2 de febrero

Todavía hoy siento los ojos percudidos por el llanto áspero que desaté aquel martes por la madrugada al llegar al aeropuerto de Barajas. Horas antes había abandonado, casi sin saber por qué, el hospital donde había estado internada la noche anterior. Huí de allí sin haberme repuesto aún de las heridas y casi desnuda: mis posesiones se limitaban tan sólo a un número que me atormentaba al caer mis lágrimas, y al recuerdo del cadalso manchado de sangre. La pérdida de mi identidad eternizaba la desnudez.

Las primeras tardes deambulé escapando de las miradas condenatorias que atribuían a la concupiscencia sudamericana las marcas de brutal violencia en mis senos. Pasaron cinco años, pero desde ese momento todas mis madrugadas son aquella madrugada, todos los fríos aquel frío, todas mis lágrimas aquella lágrima.

Vencida una vez mas por el insomnio, decidí esa mañana ir a la feria donde vendo las artesanías que fabrico en mi casa. Entré a la cocina para preparar el desayuno, (me invade el miedo por la oscuridad húmeda del tabique, me pasan un choclo ya consumido y un plato con polenta fría, doy un bocado y lo paso, a tientas, a quien está sentado junto a mí) tostadas untadas con manteca y jugo de naranja. Lo comí, al igual que casi todos los días, obligándome a hacerlo. Busqué las llaves, y coloqué en una caja de cartón cuidadosamente las artesanías que hice ayer para llevarlas a la feria.

Abrí la puerta del departamento, el único en el que viví en esta ciudad, al mismo tiempo que lo hacía Abelardo, mi vecino, aquél con el que hace algunos meses mantuve una amarga relación (Indefensa, me desnudan entre cuatro personas. Me golpean hasta perder el conocimiento mientras vociferan entre risas deformadas y estentóreas: “nosotros somos Dios y la Patria, es tu obligación servirnos”. Luego, me violan incesantemente durante horas) que no prosperó. Invariablemente, cada vez que hemos intentado hacer el amor rompí a llorar sin consuelo.

¿Lucila, te diriges a la feria?, me preguntó. Joder, tía, que si quieres te llevo en mi auto. (Suba al auto, por favor, me indica con amabilidad impostada quien parecía estar a cargo del operativo. Es solamente para hacerle algunas preguntas sobre su hermano. Cuando él llegue aquí, la largamos. No es contra usted la cosa. Subo con firmeza, despreocupada por mí y también por mi hermano, ya que sé que no anda en nada raro. Apenas arranca el auto me preguntan dónde milita, cuál es su rango y nombre de guerra, dónde están las armas, qué tuvo que ver con el copamiento del regimiento. Estoy desconcertada, lo conozco muy bien y sé que su participación política se limita a algunas tareas de ayuda social. “Tu hermano no es argentino, es un vendepatria”, grita el militar que viajaba a mi lado, acompañando la última palabra con un cachetazo que me hace golpear la cara contra la ventanilla) Gracias, le respondí, pero prefiero tomar el subterráneo.

Estaba abriendo la puerta tijera del viejo ascensor del edificio cuando me topé con los ojos enmarcados en anteojos de sol de Manuel, el cuidador del turno noche, que con aliento etílico me deseó sonriente los buenos días. (Me obligan con patadas a ingresar a un calabozo húmedo y pestilente. Estimo que son diez las personas allí tiradas, todas tabicadas. Se encuentran golpeadas y ruegan clemencia con débiles suspiros. Un militar se aproxima por detrás de mí, me toma del cabello con furia y hace girar mi cabeza sobre su eje; mi cuerpo acompaña el movimiento con lentitud. Veo sus gafas de sol y, esbozando una cínica sonrisa, me desea que disfrute la estadía. Ahora me arroja sobre el cuerpo de un detenido, me incorporo y veo sus piernas agusanadas que me provocan náuseas) Conseguí dominar las arcadas ante la despectiva mirada de Manuel, quien procuró cerrar rápido la puerta del ascensor. Vomité en el hall de entrada el desayuno y la cena del día anterior. Devolví todo excepto los recuerdos, que están anquilosados más profundamente.

El trayecto que separa mi vivienda de la estación de subte lo realicé casi corriendo, pero no por la amenaza del viento de volar mi caja con artesanías, sino por el acecho a mi alrededor de pupilas sigilosas, de nimios ojitos formados por cualquier aparición de dos círculos contiguos. Me observaban desde las baldosas, suspendidos en los balcones, cruzando las calles, en las plazas, desde los autos, en las plumas de las palomas, en los charcos de agua o, incluso, observándome bizcos desde mis manos. Descendí rápidamente por las fauces del subte para ponerme a salvo de aquellas órbitas inquisidoras y secar la transpiración que perlaba mi frente. Normalizar el ritmo cardíaco no fue tan sencillo, a merced de saber que al salir del subte estarían nuevamente allí afuera aguardando por mí.

Percibí la luz que se acrecentaba al fondo del túnel, señal de la inminente llegada del subte a la estación. Permití descender a dos jóvenes e ingresé al vagón, donde la gente se apeñuscaba una sobre otra (me empujan y caigo grotescamente sobre una pila de hombres agonizantes y cadáveres). El calor era sofocante y la cercanía promiscua con las personas impedía respirar con naturalidad. Sin embargo, nadie excepto yo parecía sentirse incómodo. La iluminación comenzó a disminuir su intensidad y mi sudor, que antes sólo había invadido mi frente, ahora lo hacía en toda la extensión de mi cuerpo. (me acuestan en una cama de metal húmeda y mojan mi cuerpo con agua fría. Me preguntan si voy a confesar, si voy a indicarles dónde encontrar a mi hermano. No les contesto, apoyan la picana sobre mis pechos y me aplican una descarga que me contrae a la posición fetal) El subte alcanzó su velocidad máxima y los cables de alta tensión originaron un chispazo al friccionar contra el techo (mis torturadores se exasperan e incrementan las descargas: párpados, encías, vagina, dedos, recto; no lo soporto y me desmayo) no aguanté la situación y me desmayé antes de llegar a la estación.

Cuando recobré el conocimiento estaba recostada en un banco de la estación y era la atracción de algunos curiosos que observaban con morbo mi cuerpo mustio. Un médico acarició con suavidad mi mejilla, y una sonrisa, por primera vez, reemplazó el rictus paranoico grabado en mi rostro (Me despierto en un hospital. Una persona que afirma ser médico se acerca y me asegura que voy a estar bien, mientras me acaricia la mejilla. Luego me besa, y deja bajo la almohada un pasaje de avión a Madrid.) A partir de ese momento, todas mis madrugadas son aquella madrugada; todos los fríos, aquel frío; todas mis lágrimas, aquella lágrima y todo el amor, aquel amor.